Por: Javier Arévalo – Goldratt Consulting Partner LA
En una reunión reciente con la alta gerencia de uno de nuestros clientes globales del Fortune 500, salió a la luz un tema controversial: en nuestra cultura occidental cuando algo sale mal acostumbramos a señalar al responsable; a quien con frecuencia hacemos pagar con su cabeza, sino con su reputación.
Generalmente ese alguien es un gerente, quien día a día se enfrenta a tomar decisiones. Para ello ha sido contratado. Y aún cuando su decisión sea correcta, puede generar resultados negativos si los criterios fundamentales en los que se basa están errados – fácilmente se puede desatar una tormenta dentro de la empresa.
Al pensar en ello recordamos lo que muchas veces le escuchamos decir al Dr. Goldratt:
“Usted puede decidir ignorar la realidad pero la realidad no le ignorará a usted”Ayn Rand
“Usted puede ignorar a su restricción pero la restricción no le va a ignorar a usted”E. M. Goldratt
El mundo de la gerencia deja a un lado el hecho de que nuestras empresas son sistemas, algunas veces por falta de conocimiento, otras porque no lo encuentra relevante. Russell Ackoff, exponente fundamental del pensamiento sistémico, nos describió los 3 principios fundamentales que definen un sistema:
- Un sistema es un conjunto de elementos que están relacionados entre sí para generar un resultado
- El resultado generado por el sistema es producto de las características de sus partes y más importante aún de la interacción entre ellas
- El sistema tiene al menos una propiedad que no puede ser reproducida por las partes aisladas, o separadas del mismo
Para tomar mejores decisiones en la empresa, el tercer principio es la clave para entender por qué muchas de las decisiones que tomamos a diario para asegurar el buen desempeño se basan en criterios errados y producen resultados inferiores a los deseados, no resuelven los problemas que tenemos, o desatan la tormenta dentro de la empresa.
Los criterios en los que basamos nuestras decisiones deben considerar siempre que un sistema, y por ello nuestra empresa:
- Tiene propiedades como un “todo” que ninguna de sus partes tiene
- Es más que la suma de sus partes
- Tiene interacciones entre sus partes que son más relevantes que el desempeño individual de cada parte
- Estructuralmente es un todo divisible, pero funcionalmente es un todo indivisible – pierde sus propiedades esenciales al separarse sus partes
¡Nuestras empresas son sistemas y no lo debemos,
no lo podemos ignorar!
Les invitamos a continuar leyéndonos. Hasta nuestra próxima entrega…